Me levanto por las mañanas y el primer pensamiento que se me viene a la cabeza es un “tengo que”…
Y esta cantinela me acompaña durante todo el día. No me gusta quejarme, así que pongo buena cara y a por ello.
De camino al trabajo me critico porque al final no me ha dado tiempo hacer la clase de yoga, además tengo que mejorar el informe que deje ayer en el trabajo y eso me hace sentir presionada. No quiero equivocarme, ya sé que los errores los llevo fatal y me pasan factura durante días.
Así que, aunque me había prometido, a mí y a mi familia, no quedarme más tarde de lo que me corresponde en la oficina, me parece que está noche me toca pringar y trabajar. Mi pareja se va a enfadar y me va a decir que otra vez estoy con lo mismo.
Yo lo intento, pero cada vez que imagino que me puede salir mal el informe que tengo que presentar ante el resto de compañerxs se me coge un nudo en el estómago. Ya sé que me pongo catastrofista y al final suelo salir airosa, pero en estos momentos de verdad que fantaseo una posible crítica “Carmen, no me esperaba este informe de ti, no es propio, con lo que responsable que eres”, “este informe no está bien”. ¡Aysssss!, de pensarlo se me tensa todo el cuerpo. Yo pensaba que después de que me ascendieran hace un año estaría más tranquila y confiada, pero ya veo que no. Asciendo, tengo más y más formación, tengo éxito, pero internamente no termino de sentirme orgullosa de mí.
Y, sobre todo, aunque, a veces sí que consigo sentirme satisfecha porque objetivamente sé que es un buen trabajo, el esfuerzo que me lleva a conseguirlo me tiene muy cansada, aunque me digo que en verdad no es para tanto.
Salgo de la oficina, voy al encuentro con las amigas, en realidad no me apetecía demasiado, me gustaría descansar. Pero claro, lo único que me faltaba es tener un conflicto con ellas por decirle que no puedo quedar. Me lo paso bien, aunque me gustaría poder expresarme de una manera más espontanea, no pensar tanto en lo que voy a decir.
Llego por fin a casa, hoy ha sido un día productivo, aunque me encuentro un poco ansiosa. Tengo todas las condiciones para estar contenta pero no termino de sentirme bien al cien por cien y no sé por qué. Ceno con mi pareja, a veces me siento regulín y pienso que no soy una buena pareja, le digo al pensamiento que se vaya, desconecto y me relajo.
Antes de irme a dormir paso por el cuarto de baño. El deporte está cumpliendo su cometido y me siento fuerte y de buen aspecto, aunque esas estrías que me han salido en el brazo ¡aysssssss!!!, mañana tengo que salir a comprar una crema. Ya en la cama me dispongo a dormir, todavía rumiando porque me he vuelto a responsabilizar más de lo que me corresponde y me he ofrecido para hacer todas las tareas del próximo cumpleaños de Noelia. Mi último pensamiento del día que se me cruza por la cabeza,
está todo bien pero podría estar un poco mejor.
¿Te has sentido identificada? Si te resuena este texto, te invito a la siguiente reflexión ¿ Cuándo ser exigente deja de ser positivo?
La autoexigencia puede ser un motor de motivación. Nos ayuda a establecer metas y a planificar acciones para llevarlas a cabo. Ahora bien, si el exigente interno se activa demasiado y está continuamente en automático, nos puede ocasionar consecuencias negativas.
Cuando hacerlo bien no es suficiente, indicadores
Observa si se dan en ti los siguientes INDICADORES:
- En mi cabeza hay muchos pensamientos del tipo “tengo que”… ser guapa, delgada, interesante, que mejorar. Siempre hay más cursos que hacer y tener más formación
- Autocritica y juicio cuando no cumplo con las expectativas Ejemplos: “no soy lo suficientemente buena, me siento mala pareja”, “Si no consigo terminar las tareas que me he propuesto soy mala profesional”, “debería haberme callado más, he sido muy intensa y espitos
- El error lo percibo de manera grave. Ejemplos: “me ha salido mal, es que soy una torpe”, “me va a salir mal la presentación y voy a decepcionar
- Miedo al rechazo e hipersensibilidad a la crítica externa, me afectan mucho las opiniones de lxs demás; me dolería mucho escuchar “no estas siendo responsable”, “no me esperaba esto de ti”, “llego a casa y está desordenada”, ”eso lo has dicho mal”, “este trabajo no está bien hecho”
- Tiendo a querer complacer y agradar a los demás Ejemplo quedo con mis amigas aunque no me apetece o hago cosas por mi pareja que no quiero para ser “buena novix”
- Me valoro en función de los logros conseguidos, cuando soy reconocida por mi trabajo; cuando consigo lo que quiero me siento satisfecha y realizada pero cuando no, lo vivo con mucho sufrimiento y ansiedad.
- Tengo un alto sentido de la responsabilidad, asumo muchas veces más de lo que me corresponde Ejemplo me suelo cargar con muchas tareas en el trabajo, ayudo a un amigo a hacer una mudanza cuando estoy muy cansada
- Procrastinación “lo dejaré para mañana”. A veces me bloqueo y entonces no hago nada, viviendo estos parones con mucho malestar. Ejemplo: estudio para los exámenes cinco días antes porque me produce demasiado estrés.
- Me cuesta decir que no y poder límites. Eso me hace estar indecisa, dudar, temiendo haberme equivocado. Ejemplo, dudo muchísimo si está bien haberle dicho que no a un viaje a la madre de mi pareja
- Cansancio, estrés, agotamiento. Me cuesta parar, encontrar tiempo de descanso y tiempo para mí y para las personas que quiero. Ejemplo: acabo posponiendo ese día de ocio sin hacer nada
Si te resuena lo que lees te invito al próximo directo el día 22 de noviembre a las 20 horas
Compartiremos esto que nos pasa y daré algunas claves para poder salir de este bucle
Si quieres déjame aquí un comentario o me puedes escribir a hola@anatorrespsicologa.es
Un abrazo
Ana
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1 comentario en “CUANDO HACERLO BIEN, NO ES SUFICIENTE”
Y luego empiezas a ir a terapia y comienzas a permitirte dejar tareas sin hacer en el trabajo. Y a decirles a esas amigas que no vas a quedar, que te vas a pegar la tarde en tu casa sin hacer NADA. Y tu autoexigencia empequeñece. Y más tarde rechazas un “ascenso de responsabilidad” por el que no iban a pagarte más. Y también te perdonas haber dado un dato erróneo en una ponencia. Y tu autoexigencia empequeñece aún más. Y te sale una arruga y no t pones crema. Y tu autoexigencia sigue menguando…y te das cuenta que eres un ser humano, con necesidad de descansar, con la facultad de fallar y con arrugas en la piel. Y, aunque la autoexigencia nunca desaparezca, la pones a tu servicio:
“Que me motive, sí, pero que no me esclavice.”
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